El espacio en el que he podido participar como voluntario es en el de las Comunidades Educativas. La labor de Hombres Nuevos ha sido enorme ya que “en 1990 la comunidad eclesial de base “Luz y Esperanza” levantó un diagnóstico y encontró que 62 chicas y chicos no iban a la escuela. Pusieron en pie, con 4 palos y una calamina, sin puertas ni ventanas, un aula para las 62 niñas y niños, que no tenían escuela. Hoy en Bolivia Hombres Nuevos ha ayudado a levantar más de un centenar de escuelas en donde más de 5.000 becas escolares han hecho posible que haya más de 5.000 profesionales con “vocación social” en el país, formándose a cambio de participar como voluntarios en tareas sociales.
Este verano he tenido la inmensa suerte de formar parte del programa de Aprendizaje y Servicio de la Universidad de Granada, cuyo convenio con la Asociación Hombres Nuevos me permitió quedarme dos meses en Bolivia. Muchas personas me han preguntado si mi estancia ha cumplido con mis expectativas, y es que yo en este programa de voluntariado esperaba encontrar un camino, la “prueba” de que he elegido la profesión correcta y de que me iría bien trabajando como cooperante expatriada. No obstante, lo que he encontrado supera con creces todo lo que hubiera podido esperar de esta experiencia. Como le contaba a mi familia tras volver a España, la Fundación Hombres Nuevos me ha hecho tres grandes regalos, que aquí refiero.
El primero fue una gran oportunidad profesional. Confiaron en mí para formar parte de uno de los proyectos de Comunidades Educativas, gracias al cual pude colaborar con el Colegio Virgen de Urkupiña impartiendo clases de apoyo extraescolar. En el centro la propuesta tuvo una gran acogida por parte de profesores y alumnos y se me brindó toda la ayuda que necesité para organizar las clases y llevarlas a cabo durante esos dos meses. Esperaba poder ayudar a los estudiantes a alcanzar un mayor rendimiento en clase, pero la realidad ha sido que yo he aprendido muchísimo más de ellos. Su cariño, sus ganas de aprender y mejorar y su infinita generosidad me conmovieron e hicieron que las horas con ellos se me pasaran volando. Además, aprendí mucho también del equipo pedagógico del centro y el apoyo constante que recibí desde la asociación me permitió crecer como profesional y reafirmarme en mi decisión de dedicarme al ámbito de lo social, puesto que formar parte de este proyecto me hacía absolutamente feliz.
Después de haber realizado algún voluntario internacional, me decidí a probar con los propuestos por CICODE, con la gran suerte de recibir una ayuda para poder ir a Bolivia a realizar un voluntariado.
De entre todos los proyectos que se podían escoger me llamó mucho la atención el Proyecto Hombres Nuevos de Bolivia, estuve buscando información y preguntando a algunas personas que sabía que habían estado allí y opte por solicitar la ayuda para ese proyecto. No me equivoqué.
Hola, soy Verónica y estudio Educación Social. Este año decidí animarme a realizar un voluntariado y mi destino ha sido en Santa Cruz, Bolivia, con la Fundación Hombres Nuevos.
Me decanté por esta Fundación ya que tiene vinculado al voluntariado la rama educativa y es en la que sentí que podía aportar y aprender más. Desde el primer momento tanto la Fundación como el CICODE nos ha ofrecido información, apoyo y resuelto todas las dudas, ya que cuentan con una gran experiencia.
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Después de terminar un máster de psicología en la Universidad de Granada y de formar parte de experiencias de voluntariado local, me decidí a solicitar una de las becas que ofrecía el CICODE en Bolivia. El proyecto se llevaba a cabo en Santa Cruz de la Sierra, una de las ciudades que presentan mayores desigualdades sociales.
Antes de volar a Bolivia, la organización Proyecto Hombres Nuevos nos dio una formación de aspectos tanto teóricos, como de otros más prácticos.
Soy Ana, educadora social y estudiante de máster de cooperación. Este año he sido voluntaria con la beca del CICODE en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, con la Asociación Civil Proyecto Hombres Nuevos. Desde su fundación en los años 70, la Asociación se ha dedicado a crear escuelas, comedores, centros de días para adultos mayores (como los bolivianos y bolivianas se refieren a las personas ancianas), y hogares para niñas y niños de escasos recursos o con graves problemas familiares, entre otras cosas. Todo ello en el llamado Plan 3000, uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad.
Antes de irte a cualquier lugar del mundo como voluntaria, obviamente te gusta informarte, ¿dónde voy?, ¿cuál es la situación política y económica del país, la ciudad, el barrio en el que voy a vivir durante este tiempo?, ¿qué puedo visitar?, ¿debo tomar alguna precaución? Pero todas estas preguntas no te las va a responder Google, es algo que tienes que experimentar en tus propias carnes, pues cualquier información que encuentres es subjetiva a la persona que la ha escrito.
Mi nombre es Miriam Torres y soy estudiante de Sociología en Granada. Decidí hacer este voluntariado, principalmente, para entender qué es realmente el altruismo e intentar poner en práctica todo aquello que había aprendido sobre Cooperación en mis estudios. Evidentemente, al principio me asaltaron muchas dudas, miedos e inseguridades; algo que también me hizo aprender algo de mí y mis prejuicios.
Elegí el Proyecto de Hombres Nuevos porque el contacto con la gente era lo que más me atraía de entre todos, además Bolivia era un país que no conocía en ningún sentido (geográficamente, culturalmente, políticamente, etc); por lo que pensé que la mejor forma de entender la situación que existe más allá de Occidente era de esta forma.
Este verano he sido voluntaria en el Plan 3000, uno de los barrios más desfavorecidos del departamento de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Los meses previos al viaje fueron muy intensos entre vacunas, charlas y papeleo. Una vez aterrizamos, todos los nervios desaparecieron.
Nada más llegar a Bolivia fui recibida por el Proyecto Hombres Nuevos, la organización con la cual iba a colaborar. El primer día ya pude conocer el impacto que esta fundación tiene en el barrio del Plan 3000, habiendo construido decenas de colegios, hospitales y comedores.
Mi experiencia como psicólogo voluntario en Bolivia, José María Marín Sánchez (Granada, España 2019)
Mi experiencia como voluntario se desarrolló en la ciudad de Santa Cruz, en el instituto 'Néstor Paz Zamora' en la zona del plan 3000.
Aquí tuve la suerte de trabajar como psicólogo con adolescentes de manera individualizada, semana tras semana, llevando un seguimiento de lo que fueron procesos terapéuticos. Casos de personas con los que comprendí que la realidad es más compleja y dependiente de más factores de los que hasta ahora me había planteado en mi vida en España. Personas que sufren y cuyas vidas difícilmente pueden mejorar, al estar sujetas a millones de hilos que conforman su triste y dolorosa realidad, en situaciones que superaban la ciencia ficción.
Siempre había querido realizar un voluntariado internacional. Después de muchos años buscando diferentes formas de irme y coincidiendo con mi primer año en la Universidad de Granada, descubrí las ayudas del CICODE para la realización de actividades de voluntariado internacional.
Al instante supe que esa era mi oportunidad y en ese momento comenzó mi aventura: un mes y medio colaborando con la Fundación Hombres Nuevos en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
Resulta realmente difícil explicar tantas sensaciones, experiencias y emociones en un espacio tan breve como este. Lo cierto es que sabía mucho antes de partir que este voluntariado en Bolivia me gustaría y me enriquecería, y aunque las expectativas eran altas, estas han sido cumplidas con creces. No era ni mi primer voluntariado, ni mucho menos mi primera experiencia en América Latina, quizás por eso me resultó fácil adaptarme a mi nuevo hábitat rápidamente y en dos días sentía que ya estaba totalmente integrada en los dos centros que el Proyecto Hombres Nuevos de Santa Cruz de la Sierra tenía reservados para mí: apoyo y refuerzo escolar en una casa de acogida para chicos varones con problemas económicos y familiares, y en un comedor social autogestionado donde los niños/as del barrio del Plan 3000 realizan por las tardes actividades lúdicas y educativas tras la hora del almuerzo, el cual pueden tomar a un precio muy económico. Yo siento que me adapté rápido, pero también lo hicieron las niñas y niños del proyecto, que desde el primer día se mostraron cariñosos/as y abiertos/as conmigo y los demás voluntarios y voluntarias. Y, sobre todo, muy agradecidos/as. Constantemente te dan las gracias, ya sea con palabras o con sonrisas.
Toda ayuda es poca cuando se trata de ayudarles con las tareas de clase y desde el primer día quedan patentes dos cuestiones: las dificultades económicas y carencias afectivas influyen directamente de una forma negativa en su rendimiento escolar, y el sistema educativo boliviano tiene una serie de problemas estructurales que no favorecen el apoyo escolar de los que más lo necesitan. Y ahí es donde la asociación Hombres Nuevos hacía hincapié en la importancia del voluntariado: estábamos ahí para darles apoyo educativo, pero, sobre todo, apoyo afectivo y emocional, pues en muchos casos los niños y niñas del Plan 3000 lo que más necesitan es atención y cariño. Y te lo agradecen y devuelven con creces.
Cuando pensaba en hacer un voluntariado internacional, tenía una idea distinta en mente. Imaginaba llegar a un país a aportar mi ayuda para mejorar la situación de su gente. Y no piensas en que en realidad lo que ocurre es un intercambio, donde una persona voluntaria aporta su trabajo, su tiempo, su esfuerzo, pero recibe enseñanzas, experiencias, cariño. Sin ninguna duda, la persona voluntaria recibe más de lo que aporta. Y en esta entrada no puedo hacer otra cosa que compartir toda la sabiduría que este voluntariado me ha brindado.
El aprendizaje más importante que me llevo en mi mochila es el agradecimiento. Las personas bolivianas se sienten afortunadas por poco que tengan y valoran el tiempo que los demás les dedican. De esta forma, no hay comida con bolivianos que no acabe en un gracias, solo por el hecho de compartir. Es una manera de valorar lo que tenemos.
El 28 de junio del 2019 aterricé en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, concretamente, en una zona de la ciudad conocida como el Plan 3000. Allí llegué yo con una maleta llena de ropa y de ganas de conocer y aportar. Siempre nos dicen que intentemos no hacernos expectativas, pero para mí eso nunca ha sido tarea fácil. Los días de antes mi mente no paraba de pensar en cómo sería la gente, la calle, la escuela, etc. Sin lugar a duda, tres meses después, puedo decir que he superado con creces mis expectativas, que he vuelto renovada, con los ojos más abiertos que nunca y habiéndome dejado un gran trocito de mí allí.
Formé parte del Proyecto Hombres Nuevos, el cual se convirtió en mi familia. Me siento muy afortunada de haber convivido con ellos: fraternos, voluntarios y el Padre Nicolás. Me recibieron con los brazos abiertos, a los dos días yo ya me sentía como en casa. Me he empapado de Bolivia en toda su esencia, he intentado adaptarme a cada instante y formar parte de sus vidas. Y me di cuenta de lo bien que me había hecho a la vida de allí, cuando el día de vuelta, entre abrazos y maletas, yo no paraba de llorar.
Para hacer mi mochila recolecté ropa de mis amigas que ya no usaban, eché mucho repelente antimosquitos, pero sobre todo, cargué mi mochila de ilusión… ¡me esperaba un mes y medio en Bolivia! Cuarenta horas nos separaban aun de Bolivia, pero en el trayecto tuvimos la suerte de conocer Bogotá, ¡qué pintoresca, cuanto color...! Anunciaba que estábamos en Latinoamérica. Pero más auténtico fue aún ese primer paseo, junto a una responsable del Proyecto Hombres Nuevos, en micro por el Plan 3000 (Santa Cruz de la Sierra). Nada de aceras, edificios y gente con prisas de un lado a otro... Allí todo confluía en la calle, animales, niños, ancianos, vencedores, artistas, taxistas, un barrio lleno de vida.
Durante los primeros días fuimos conociendo los distintos proyectos en los que trabaja la Fundación, entre los que se encontraba la Orquesta donde niños de 3 a 10 años aprendían a tocar un instrumento, el comedor social el cual acogía a un gran número de familias, el Hogar de Mensajeros, una residencia que alberga a niños con problemas familiares, el Centro de Día, donde personas cargadas de experiencia pasaban las mañanas y el Centro de Lajas, lleno de pacientes con historias turbulentas a sus espaldas.